“Doblete" del General Manuel Belgrano
Por: Juan Carlos Mortati
El
triunfo de Tucumán había fortalecido el espíritu libertario de las huestes
comandadas por Belgrano. La población y quienes habían ayudado en el combate
contra los realistas también habían elevado sus ansias patriotas. La ciudadela
de Tucumán había tenido un desenlace fundamental para la estrategia de frenar
el avance español desde el norte del territorio, pero por ahora se había
cumplido con una etapa del plan.
En los meses posteriores al resonante
triunfo, se refuerzan los efectivos del ejército con la incorporación de
milicianos y se pertrechan de todo lo necesario para la próxima campaña, cuyo
objetivo es Salta.
En los primeros días de Enero de 1813,
Belgrano inicia el camino hacia el norte. Sobre el 11 de febrero la mayoría de
las tropas han cruzado las aguas del río Pasaje. Durante este acantonamiento
del recorrido Belgrano, en el marco de una solemne ceremonia, hace que su
ejército preste juramento de fidelidad a la Asamblea General
Constituyente, que había inaugurado sus sesiones el 31 de Enero, en Buenos
Aires. Enarbolando la flamante bandera de las Provincias Unidas del Plata,
Belgrano arenga a sus hombres bajo el nuevo pabellón que los acompañará desde
entonces. Se narra que, en una tablilla engarzada en el tronco de uno de los
árboles del lugar, se grabó a punta de cuchillo la leyenda “Río del Juramento”.
UN PLAN ALTERNATIVO
Belgrano, secundado por el mayor general
Eustaquio Díaz Vélez, reinicia la marcha. Durante el trayecto una avanzada le
informa que el general realista Pío Tristán, se había guarnecido con su ejército
en la ciudad de Salta y había fortificado el único paso de acceso a la ciudad,
llamado el Portezuelo, situación que alteraba los planes del ejército patriota,
pues de proseguir con ese destino significaría entablar un combate en
condiciones muy desventajosas, casi sin posibilidades de éxito.
En tales circunstancias, el 17 de febrero de
1813, el capitán Apolinario Saravia, ayudante del Gral. Belgrano, -comenta el
General Paz en sus memorias- "se ofreció para conducir al ejército y
salvarlo, avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía
conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por
el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a
espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia
el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una
pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de
castañares, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada
de Salta, al opuesto lado de la sierra".
Belgrano inspeccionó el sitio
detalladamente. El itinerario propuesto por Saravía constituía un plan “B” ideal
y dio órdenes de avanzar, aunque el tiempo no era favorable. En esta variante
aplicada, posiblemente, radicó una gran parte del éxito de la batalla que
estaba por venir. “Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició la
marcha de las fuerzas patriotas a través del fracturado terreno cubierto de
espeso malezal, portando cincuenta carretas con pertrechos y doce piezas de
artillería. La estrechez del camino y lo torrencial de la caída de las aguas
por las laderas circundantes, agudizaban las dificultades que la quebrada
presentaba de por si para semejante tránsito, más, la decisión, el fervor, el
Ansia de libertad que todos y cada uno de los componentes de la fuerza llevaban
en su corazón, los impulsaba para que la suma de dificultades no los arredraran
en su empeño e hicieran que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de
castañares donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando
iniciaron su marcha a la chacras de Gallinato.”
APOLINARIO SARAVIA, UNA PIEZA CLAVE
Belgrano,
afiebrado por “la mojadura”, pernoctó el día 18 en una habitación de la casa de
la chacra del Coronel Saravia, padre del capitán y ayudante de Belgrano, que
había cumplido una excelente tarea de guía para el tránsito del ejército. Este,
“haciendo uso
eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien llamaban
"Chocolate Saravia", ansioso por conocer la cantidad y calidad de las
fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban; vistiendo ropas
similares a la de los aborígenes, arreando una recua de burros cargados de
leñas marcha hacia la casa de sus padres sita en la calle Buenos Aires de la
ciudad de Salta. Su disfraz le posibilitó cruzar frente al ejército realista y
llegar a destino, donde entregó la carga de leña y regresar después a
castañares para informar al General y posteriormente combatir junto a él”.
Ya avanzado el día 20, Belgrano dispuso el
desplazamiento del Ejército Nacional, realizando una cobertura “de todo el
ancho de la planicie que en leve plano inclinado lleva a la ciudad. Marchaba
compacto sobre el centro con la caballería e infantería, separada por sectores,
reserva plegada y dos columnas de caballería en ambos flancos. Tristán lo
esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el flanco
derecho se apoyaba sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido una
columna de tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector”.
“…lléveselos
por delante”…
La maniobra del ejército español controló los primeros
ataques del ejército de Belgrano, desde la eficacia de los tiradores apostados sobre
el cerro y por las dificultades que presentaba el terreno para el avance de la
caballería.
La situación se volvió crítica para el ejército patriota,
por lo que Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la reserva, dotando
de más efectivos de infantería y caballería y ordenó a Martín Dorrego, que
había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar
vigorosamente ("... lléveselos por delante..."). Dispuso cargar
simultáneamente con artillería y, luego de cruzar el campo, condujo él mismo la
avanzada contra las barricadas del cerro.”
Sobre las horas del mediodía la situación fue variando.” La furibunda
carga de Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las columnas de Zelaya,
Pico, Forest y Superí (compartieron el honor de ser los primeros oficiales
triunfantes de la ciudad) sostenían la persecución de las calles. En tanto el
centro y el ala izquierda patriota fue quebrando inexorablemente la
resistencia.”
Con la posibilidad de retirada cortada, los
realistas sintiéndose vencidos se dispersan
desordenadamente, refugiándose en la ciudad,
“quedando entrampados en el corral que circunda la ciudad, denominado
Tagarete del Tineo, donde fueron diezmados por los criollos. El tramo final de
la lucha se concentró alrededor de la Plaza Mayor, mientras el desbande y la
persecución eran confusos y cruentos.”
Poco después una serie de campanadas desde
la iglesia de La Merced daban cuenta de la rendición incondicional de las
huestes españolas Narra el parte de la batalla que, “Queda
acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad con
los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas desplegadas, y
que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los pertrechos de guerra,
quedando obligados por juramento, desde el general hasta el último tambor, a no
volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas hasta los límites del
Desaguadero. Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual
actitud por parte de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros
patriotas que tiene Goyeneche en el Alto Perú.”
“Así desfilan 2.786 hombres. La
caballería echa pie a tierra y rinde sus sables y carabinas; la artillería
entrega sus cañones, carros y municiones. Belgrano dispensa al general Tristán
de la humillación de entregarle personalmente la espada, y lo abraza ante todos
los presentes.”, recordemos que el general Belgrano y Pío Tristán habían
compartido los años de estudios en España, desde donde había nacido una sincera
amistad.
“Tres banderas son los trofeos de esta victoria. Diecisiete jefes y
oficiales fueron hechos prisioneros en el campo de batalla; hubo 481 muertos,
114 heridos, 2.776 rendidos. En total con la jefatura, 3.398 hombres que
componían el ejército de Tristán, sin escapar uno solo. Además, diez piezas de
artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y carabinas y todo el parque y
la maestranza.”
“Luego de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el General
Manuel Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común de los 600
guerreros muertos entre ambos lados. El Gobernador Feliciano Antonio Chiclana
la reemplazó, a pedido del mismo Belgrano, por otra cruz pintada de verde, con
la leyenda cristiana ``A los Vencedores y Vencidos''.
La
Asamblea Constituyente. con fecha 8 de marzo, dispuso premiar
a Belgrano con 40.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante
triunfo obtenido.
Generosamente declinó el obsequio Manuel Belgrano. Y al hacerlo,
comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy, Tucumán y Salta, para
quienes dispuso, con ese dinero, la creación de cuatro escuelas, según
expresara, "Que renunciar, es poseer".
En el transcurso de cinco meses el Gral. Manuel Belgrano, el ejército
patriota y el apoyo de los pobladores consolidaron dos triunfos para las
Provincias Unidas del Plata, Tucumán y Salta. Dos jalones clave en ese lento y
progresivo armado de lo que significó la lucha por la Independencia.
(Material
de consulta y compilado: “Historial de Batalla de Salta” y “Memorias del Gral. Paz”)
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