ENTRE DOS FUEGOS
Por: Juan Carlos Mortati.
Varios disparos de una ametralladora “Ingram
MAC-10” le
perforaron el abdomen y el tórax. Falleció a los pocos minutos cuando era
trasladado a un Hospital cercano al lugar.
Hacía no más de media hora que había celebrado misa en la Iglesia
San Francisco Solano, del barrio de Villa Luro de la Capital Federal. Lo emboscaron
cuando subía a su Reunault 4L Azul, que usaba para trasladarse. Era la tarde de
un 11 de Mayo de 1974.
Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, simplemente “El
Padre Mugica”, fue un sacerdote argentino vinculado al Movimiento de Sacerdotes
para el Tercer Mundo y un ferviente arquetipo de las luchas populares de la Argentina de las décadas
de 1960 y 1970. La mayor parte de su
labor comprometida con los grupos humildes la desarrollo en la Villa llamada del Puerto,
luego Villa “31”
de Retiro, donde fundó la parroquia Cristo Obrero, donde hoy se encuentra su
tumba.
UN HOMBRE AMPLIO
Tuve oportunidad
conocerlo. Solía llegar en las tardes futboleras en la canchita del Seminario
Metropolitano, de la calle José Cubas, habitualmente los martes o jueves.
Siempre aparecía acompañado por algún jugador profesional de entonces. El
tucumano Rafael Albretch, el que jugo en San Lorenzo y la Selección; el de los
penales infalibles. Orestes Corvata, el “Chiquito” Pando, aquel de Argentinos
Jrs. y River. Pandolfi, uno que jugaba
en Chacarita. Dos chicos de las inferiores de Racing, o algún otro que siempre
recolectaba entre sus recorridas y amistades.
Era un personaje
amplio. Tanto llegaba para jugar futbol, como para dar una charla sobre el
movimiento tercermundista o contar las experiencias en los barrios. O bien,
sorprendentemente, aparecía con el cardenal Antonio Caggiano, Arzobispo de
Buenos Aires, de quien era uno de sus
secretarios, que en el posicionamiento
social estaba en la antípodas de lo que practicaba Mugica.
Mugica, venía de una
familia de alcurnia de Buenos Aires. Era hijo de Adolfo Mugica —fundador del
Partido Conservador por el cual fue diputado durante el período 1938-1942 y
Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Arturo
Frondizi en 1961— y
de Carmen Echagüe —hija de terratenientes adinerados de
Buenos Aires— era uno de los siete hijos que tuvo el matrimonio.
“A los
21 años abandonó los estudios universitarios de Derecho para ingresar en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires. Inmediatamente después de ser ordenado presbítero,
pasó un año junto al obispo (más tarde arzobispo) de Resistencia, monseñor Juan
José Iriarte. Luego fue designado
vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, con funciones en
la secretaría del cardenal Antonio
Caggiano, mientras actuaba como asesor de jóvenes universitarios y profesor de Teología en la Universidad del
Salvador. En 1954 comenzó a trabajar fervientemente en
la asistencia de familias empobrecidas desde la parroquia de Santa Rosa de Lima, en la ciudad de Buenos
Aires, sintiéndose progresivamente cercano al movimiento político denominado peronismo y algunas ideas de Ernesto Che Guevara y de Mao Zedong
( Mao-Ttse-tung)”
Además
de su tarea pastoral en la llamada Villa
del Puerto que entonces ocupaba los terrenos linderos al ferrocarril que
rodeaban el edificio de depósito del Correo, en la década del 60 Mugica era
asesor espiritual de la
Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional de Buenos y también de la Juventud Universitaria
Católica de la Facultad
de Medicina.
AIRES
RENOVADOS
El Padre Mugica contextualizado con un
tiempo que motivó una generación que buscaba un mundo distinto, se idealizó en un compromiso social que propiciaba un cambio
mundial. Esas ideas fue la que inspiraba en los jóvenes a quienes transmitía la cosmovisión de Pierre Tehilar de Chardin,
el compromiso de Emmmanuel Mounier, Yves Congar y Michel Quoist, el creador de
aquellas “Oraciones para rezar por la calle”. Teólogos de cabecera
de
las nuevas generaciones, participantes de una concepción evangélica renovada.
Eran también los tiempos expectantes del
Concilio Vaticano II, que abrigaban la esperanza de una instancia que abría las
puertas de una etapa distinta y con aires nuevos para la Iglesia del Catolicismo a
nivel mundial.
Mugica se identificó con esa corriente de
pensadores que auspiciaban una profunda y real liberación social, sustentada en
la recuperación de los valores y la auténtica dignidad para la humanidad.
Pero la historia no tiene un derrotero tan
lineal como pretendemos. En muchas partes del mundo y por supuesto en nuestra
América latina, “la absurda opción del occidentalismo cristiano”, como lo diría
Arturo Jauretche, y quienes se apropiaron de ese mesianismo volvieron a trastocar los rumbos de la
sociedad, provocando lo
contrario al orden impoluto pretendido, la reacción y la violencia de los
sectores postergados.
Mugica prefirió no sumarse a esa escalada beligerante y
siguió sosteniendo sus ideas desde el constante trabajo pastoral y social en
los barrios y la villa de Retiro. El precio de esa opción fue su propia vida y lo cobraron quienes desde
la impotencia y la necedad no creían que
la historia se construye desde muchos y variados caminos.
En unos de sus tantos apuntes,
dentro de su peculiar estilo de oración, Carlos Mugica dejó escrito “Señor,
perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir,
ellos no. Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede
hacer huelga con su propia hambre. Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a
vivir para ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz.” Esa luz ,seguramente, es la que él pretendía
que iluminara permanentemente su tarea y que surgía de los dos fuegos que
encendieron su vida: la fe en el mensaje de la “Buena Nueva” y el compromiso
con los que menos tienen
Material
consultado, “Entre dos fuegos.Vida y asesinato del Padre Mugica”, Martin De
Biase.
adenoticias@yahoo.com.ar
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