miércoles, 25 de julio de 2012

60 años de su muerte: Desde María Eva Duarte a Evita


Por: Juan Carlos Mortati

   Siete años al lado Perón fue el exiguo espacio que le brindó la vida para incorporar su existencia a las páginas más trascendentales de la historia argentina del siglo XX.
   Desde María Eva Duarte, nombre desde el cual  irrumpió al escenario de la más sublime transformación social y política de la realidad nacional hasta el escuálido Eva Perón, epitafio que le endilgaron aquellos, quienes,-aún ya muerta y su cadáver profanado-, le temieron como al reproche de sus propias culpas destituyentes, en ese  lapso, hubo un maravillo tiempo donde  fue, sin necesidad de aditamentos, EVITA.

   Desde ese nombre, con que la bautizaron sus “queridos descamisados”, encendió un etapa donde “fue el centro de un creciente poder y se convirtió en el alma del movimiento peronista, en su esencia y en su voz. Adorada y a la vez odiada por millones de argentinos, lo que jamás provocó fue la indiferencia”.
“Con sólo veintiséis años, realizó una gigantesca obra, que a través de la Fundación que llevaba su nombre llegó a todo el país para suplir las carencias temporarias de un proceso de redistribución del ingreso y nacionalización de la economía.
Fogosa, tenaz, sus discursos de barricada identificaban con precisión al enemigo. Tenía un techo señalado por la devoción incondicional a su esposo. Su obrerismo  trocaba de signo si algún sindicato se oponía a Perón”.

   Así fue Evita, vehemente, apasionada. Estaba signada por la premura de las realidades que quería transformar. Su antorcha ardió un tiempo escaso, escamoteado por un destino dolorosamente incomprensible para quienes habían representado mucho más que las circunstancias propicias y oportunas de entonces, para que el bendito derrame distributivo, encarnara  felizmente una insurgente historia de inclusión social, que abrió puertas de esperanzas largamente clausuradas para muchos argentinos.

   El enlace de sentimientos, veneración y gratitud que suscitó seguirá existiendo en la simbología de toda la grandeza que su obra generó y persistirá en quienes asimilaron el mensaje de su premonitoria frase, cuando ya su vida se quebraba, “…quedarán jirones de mi vida pero, yo se que ustedes tomarán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. Fue una invitación abierta, una convocatoria sin fronteras, ni de tiempo ni generaciones. Cuando la lucha es por la dignidad, “el límite es el cielo”.


(Material de Consulta, Monografía sobre Evita de Hugo Presman)

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