martes, 29 de noviembre de 2011

Efecto




Por: José Silva



Siempre habrá un País Nuevo y un País Viejo.
Podremos estar o no de acuerdo con lo que suceda en él,
pero jamás será fácil desprendernos de su inercia.


Cuando lo que proviene de sí mismo
es una energía asfixiante en la que quedas atrapado,
peligrando indefectiblemente desfallecer.


Y no es más que la fuerza que generas tú y consume él;
que irradia ese y desecha aquel.
Todos, y ninguno,
a la vez.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Sentimientos



Por: José Silva


No escuches lo que sus labios digan,
siente lo que su corazón entrega;
más, no vibres por lo que haga,
vive pues, lo que de él queda.


Pues vive lo que en ti deja,
no vibres por lo que él hace;
más, no escuches lo que los labios dicen,
sino, siente lo que a corazón entrega.


Dado que tu sentir no acepte lo que entrega,
no vibres por lo que ha hecho,
no escuches lo que sus labios han dicho,
ni vivas lo que en ti queda.


Simplemente: siente y vibra,
en lo hecho y en lo entregado.
Dicho queda en el corazón:
¿Quién vive libre a lo escuchado?

jueves, 17 de noviembre de 2011

No querría



Por: José Silva


De los hombres... el corazón hallar,
extraviado en los abismales ojos activos,
donde el soberbio rencor, preestablece fríos
y el inaccesible odio, miedo al mirar.


De su interminable guerra, el verbo original,
que más olvidado continúa en su nido.
¿Será la conciencia, el peor enemigo,
exponente al destino del cuentro fatal?


En la simpleza del día o en el trayecto final,
endulzar sin destiempo, al alma de vinos.
Alimentar sin prejuicios, al corazón de trinos
y del precedente ocaso la intención quitar.


Tal vez no en el grito, halle él la libertad,
ni en las asperezas de sus llagadas manos,
ni en el slogan cuando dice: "Su-vamos!":
Jamás será él Rey, mientras codicie su propio Pan.

martes, 15 de noviembre de 2011

Beso



Por: José Silva


¿Qué rara fragancia en la piel
es la que te dejo,
que hasta el aire se exalta,
cuando tus labios yo beso?

¿Es la niebla más clara
qué ciega el universo,
o el sonido del trueno
que armonioso y sereno,
arruga tu atuendo,
cuando tus labios yo beso?

¿Qué dulce alabanza en el espíritu
es la que te siembro,
que hasta la tierra se abruma,
cuándo tus labios yo beso?

¿Es la brisa furiosa
que enciende este fuego,
o el emblema del ansia
que descanso y ciego,
recorren mis dedos,
cuándo tus labios yo beso?

¿Qué te presto?
¿Qué te aprieto?
¿A qué me acerco?
¿De qué me alejo?
¿Tú me celas?
¿Yo te bebo,
cuándo tus labios beso?

Cuando tus labios,
beso...
es conmigo
con quien te llevo;
nada viejo,
nada nuevo es,
cuando son tus labios
los que siempre yo beso.

martes, 8 de noviembre de 2011

Partir




Por: José Silva


   El “¡No!” fue brutal, rústico, cruel, rebelde. Habría movido los cimientos; reactivado algún paro cardíaco. Mi carne se había modificado e hinchado por la tortura ejercida en mi interior. La daga que el destino clavó en lo más hondo de mi ser, removió la herida inducida por la impotencia. La ira retozó como un concierto de mil violines y pianos. La noche se quedó sin estrellas, las estrellas sin brillo, el brillo sin luz, la luz en oscuridad; y en ésta, mi corazón sin latir, y mi alma, en el más absoluto estado primate de mortificación. De modo que cuando estuve sola, conmigo, me ardí en remordimientos. Estaba furiosa, dolida. Quería verle, abrazarlo. Yo tenía el derecho de mirar su carita tierna y dulce, sabiendo que ésta sería la última vez que lo haría. Volver a besar con lágrimas su piel suave y acariciarle con palabras su cabello rubio. Ni lo subieron para que yo lo viera, ni hasta él me llevaron para despedirme. Me arrimaron hasta el gran ventanal, cuando el coche fúnebre vino a buscarle. Pero dada la altura que tenía la abertura en relación con la cama, impidió que mire el pequeño féretro que, en su interior, llevaba a mi chiquito y pequeño hijo inocente mío.
   De preguntárseme cuál sería el día más triste no dudaría en decir “Éste, y el que le siguió”. Especialmente el siguiente, por la tarde, cuando cada doblar de campanas terminaron de apuñalar mi espíritu, casi hasta enloquecerme.
   Y ya algo de mí, con él ahí también se fue.
    ¿Se entiende ahora por qué el enojo con Dios? ¿Cómo puede ser qué alguien que creó la vida, incluído el bien y el mal, no haya usado el sentido común? Al menos que éste sea el legado del que nos lo facultó para que se revele tal misterio. Si eso es lo que espera, ¡pobre de Él y del eterno devenir!. Sobre todo cuando las escaleras sólo cumplen dos funciones; te suben o te bajan, te llevan o te traen, se está arriba o bajo, pero jamás se puede estar en los dos lugares al mismo tiempo. Y aunque se lo intente será inverosímil.
   Y allí para siempre quedaron aquellos zapatos andados, como en carne, el dolor.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Parir




 Por: José Silva


   No hay ausencia que duela más que la de un hijo. No hay dolor más agudo y eterno cuando no trasciende su permanencia, dije no sé cuántas veces y por cuantas veces más volvería a decirlas.

   Y es verdad y es libertad. No está y está. No es y es. Solamente ella podía a otras Marías entenderlas. Sólo en la desgracia propia y el propio silencio puede entenderlo, sin dudar ni temer, cuando se está cerca del infierno. Cuando sé es, primos hermanos del miedo.

   Porque el que sufre sólo comprende lo que ha sufrido, y sufrido se compadece del que sufre. Amar es doloroso, pero más doloroso es parir dolor. Y yo alumbré, di a luz, procreé, traje al mundo, creé, produje, inventé; ¿de qué sirve si es que sirve servir: aceptar partir ó permitirle a Dios repartir? Nada de lo que de Él provenga a mí me extraña, cuando a la Madre de su Primogénito; su propio hijo le arrebató. Y no le guardo rencor, porque en definitiva, es Él quien a nosotras, nos debe respeto y explicación. ¡Porque nunca podrá definirse con una palabra, todo el dolor que la muerte de un hijo causa!  

   Y yo tenía razón, porque en todo vocabulario habido y por haber, no estuvo ni lo estará, jamás. Porque es ininteligible. Es signo, y signo no tiene antónimos, ni parónimos; sólo de sinónimos, está echo. Y lo echo, hecho será. Será, tal como escrito ya lo está.

   Es posible que lo dicho anteriormente sea un viejo resentimiento que salió de mí con una naturaleza que, ahora al leerlo: -¡Vaya! –digo-. Me desconozco. Asimismo no me retracto. De suceder volvería a decirlo. Tal vez no ya con las mismas palabras y el mismo tono, pero repito: lo haría sí. Después de todo, ¿para qué sirve la redención si no para ser disculpado? Claro está que no todos estamos dispuestos a usarlo o a aceptarlas. Mucho depende de los momentos y de quiénes.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Resistir



 Por: José Silva

   Así mismo, a pesar de los crudos inviernos, igual ella los crió. Hubo fríos, nevadas y escarchas; también tristezas, soledades y amarguras. Remiendos, zurcidos y regalados; arroz con leche, sémola y pan duro; juguetes rotos; cuadernos donados; una maestra y también una ilusión. La misma esperanza soñada por aquellos que desde la cima nos miraban sin aportar nada. Pero nunca odio, rencor o traición, sino lealtad a las reglas del honor, la rectitud y la fidelidad.
   Y ningún viento por más violento o cruel que haya sido, volteó aquellos principios, porque inflexible es la disciplina si consistente es la resistencia.
   Y si lo que todavía no han podido vencer justamente es a resistir. No tengo la menor idea de lo que el futuro nos depare. Sin embargo, persigo un ideal; lucho por la idiosincrasia, defiendo los derechos, peleo por lo que considero viable y constructivo; recuerdo a las ausencias; procuro alcanzar, aunque más no sea una quimera.
   Pero por sobre todo, hablando mi idioma. El mismo que aprendí, el único que me enseñaron. Porque solamente así, podré romper el hechizo de haber llegado a querer alguna una vez. Por eso que debemos conseguir ver la realidad tal como es, puesto que muchas veces, es bocado de la ficción.
   Por ello, estés en el lugar que estés, si estás, resiste.

martes, 1 de noviembre de 2011

Sentir





Por: José Silva


La sensibilidad es la única sabiduría
que eleva y se expande,
conoce y devela,
otorga y determina,
acentúa y armoniza,
desea y procura,
vitaliza y habilita,
emociona y alude,
consulta y permite,
concreta y supera,
valora y exhibe,
demuestra e impulsa,
que la ingenuidad triunfe sobre la agresividad.

Que las ilusiones no sean simplemente fantasías,
ni la fortuna la negativa realidad.
Que la codicia no sea la maldad,
y toda la envidia, la destrucción.
Si no la fidelidad en la sobriedad,
así como la virtud en la prosperidad,
merezca conciliarse con la verdad.

Sin embargo,
la verdad es como quien huye,
¿buscando encontrar qué?
¿La sustancia de los sentidos?
¿La superación de la esperanza?
¿La culminación de lo definitivo?

En todo caso,
el dolor es intenso,
por consiguiente,
atenuemos.