Por: Juan Carlos
Mortati
El análisis de la
pobreza ha estado siempre integrando el amplio abanico de problemáticas que se
ponen sobre el tapete de los debates en la mayoría de las contiendas
electorales.
Ciertamente es un
indicador clave de políticas progresistas o no tanto, pero siempre la medición
de su nivel representa una problemática social clave en todo lugar y en todo
territorio. Tal es así que no sólo ha sido una de las ideas presentes en las alocuciones del Papa Francisco sino
que, según informaciones, su primera y
próxima encíclica considerará esa
temática, que incluirá seguramente significativos abordajes con cuotas de
categóricas autocríticas sobre el accionar de ciertos sectores eclesiales al
respecto, al igual que algunos posicionamientos de políticas económicas a nivel
mundial.
POBREZA CERO
Si observamos la
reflexión de la Campaña
de Caritas Nacional de este año, vemos que se propone una meta
desafiante:”Apuntamos alto. Pobreza
Cero”, un arduo cometido que contiene también
un gran compromiso social y testimonial, incansable, hacia el interior
de la vivencia eclesial. Recordemos aquella admonición del propio Jesucristo en
la aldea de Betania: “Porque pobres siempre van a tener con (o cerca de)
ustedes, pero a mi no me tendrán siempre” (Juan 12,8). (Sí, ya se que los
analistas bíblicos objetarán el contexto y las circunstancias en que lo dijo.
Pero, la advertencia en cuanto al
compromiso, es muy clara).
De todos modos, y
aún por fuera de los encuadres confesionales, la lucha por la inclusión social
ha sido uno de los constantes objetivos
de todas las políticas públicas. El desafío de alcanzar los mejores
valores en el tratamiento de la distribución equitativa de la riqueza nacional
ha establecido en forma permanente un parámetro moral de la equidad del
conjunto del sistema político. El alcance de esa propuesta ha superado la sola participación
salarial en el sistema, para incorporar en su medición además los niveles de
proyección del sistema educativo, los indicadores de prestación en salud, el
conjunto de los servicios urbanísticos, la economía política como factor de
medidas productivas e inserción laboral y una adecuada progresividad
tributaria. Condiciones básicas y globales que componen la estructura de todo plan
que aspire a concretar la idea genuina de la visión socio-política de la justicia
social, categoría incuestionable de toda sociedad que se realice en lo
individual y lo comunitario.
“LOS CUENTE QUIEN LOS CONTARE”
Algunos medios de prensa direccionaron hacia
el Gobierno Nacional, una frase expresada por el Arzobispo de Mercedes-Luján,
Agustín Radrizzani. en su homilía de la ceremonia del pasado 25 de Mayo: “ la Argentina de hoy tiene
demasiados pobres y excluidos, los cuente quien los contare”. En realidad la
frase ya la había pronunciado hace unos años atrás el Cardenal Jorge Mario
Baergoglio, el actual Papa y fanático de San Lorenzo de Almagro.
Si miramos la frase con detenimiento, vemos que no tiene un
destinatario exclusivo, pero sí alude a algún conteo o estadística proveniente
de distintas ópticas, “los cuente quien los contare”, inclusive habla de dos
realidades, “pobres” y “excluidos”. No es desacertada la diferenciación.
Complementando su
reflexión, el Arzobispo Radrizaani dice en su Homilía, “es mucho lo que se
viene haciendo, pero es mucho todavía lo que falta”, repitiendo casi las mismas
palabras de los argumentos planteados desde el Gobierno cuando se estableció la Asignación Universal
por Hijo. Es cierto, todo es poco, cuando se trata “de personas, hombres y
mujeres, ancianos, jóvenes y niños”, continua Radrizani y remata diciendo que
no constituyen “sólo un problema económico o estadístico sino primariamente un
problema moral”. Aquí “cae la ficha” para comprender, lo de “pobre” y lo de
“excluido”. También, casi textual con las reflexiones que avalaron la institución de
la AUH, que
representó “el
proceso más profundo de reducción de la pobreza y de la indigencia que haya
tenido lugar en tan poco tiempo en la Argentina y en cualquier otro país de la región,
mediante la transferencia directa de ingresos, de los sectores de mayores
ingresos a los más desvalidos de la sociedad”, y a su vez mediante un sistema
de pago evidenciado a través de la tarjeta bancaria que reduce al mínimo el manejo
clientelista de lo que no constituye una dádiva sino un derecho. Esto último
“encomillado” corresponde a una valoración sobre el tema que realizó la División de Desarrollo
Social de la CEPAL.
La
tarea intensiva contra las anomalías que derivan en la pobreza y la exclusión
social seguirá siendo un desvelo constante de todo Gobierno y estructuralmente
constituirá el eje de las tensiones que se registran en todo proceso económico
que debe encontrar las equidistancias sociales “en la distribución integral de
las riquezas”.
Constituyen las variables lógicas en sociedades
que tienen vitalidad. La solidez de ese empeño deberá estar centrado en el
proceso productivo generador de demanda laboral. Desde ese logro toda
construcción social se hace posible. Como lo suele repetir el economista
Bernardo Klisberg, “menor pobreza equivale a mayor inclusión social”.
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