jueves, 9 de mayo de 2013

Dos siglos del grito sagrado


Por: Juan Carlos Mortati

    En una memorial sala teatral de aquella Buenos Aires que comenzaba a sacudirse los lastres virreinales, la “Casa de Comedia”, en la tarde-noche del 24 de mayo de 1812, se desarrollaba la obra “El 25 de mayo” propiciada por el músico Blas Parera, referida a la gesta sucedida dos años atrás, la Revolución de Mayo del 1810. La obra culminaba con una melodía coreada por los actores, con una entusiasta armonía hímnica.

    Alguien entre los asistente sintió esa consonancia inspiradora y esa misma noche volcó en poesía algunas estrofas de índole patriótico, cambiando la original de Luis Ambrosio Morante, a la que el catalán Blas Parera le había puesto los acordes musicales. El porteño Vicente López y Planes era ese poeta que comenzó a traducir en literatura nacional los destellos, aún presentes del glorioso 25. “Sean eternos los laureles que supimos conseguir: coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir. Oíd, mortales! El grito sagrado: ¡libertad, libertad, libertad! Oíd el ruido de rotas cadenas. Ved en trono a la noble igualdad. Se levanta a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación, coronada su sien de laureles y a sus plantas rendido un león”.

    Posiblemente esa fue la primera estrofa escrita por López y Planes, que luego se ampliaría en una maravillosa oda a la patria. Estaba en ciernes la lucha por la independencia. Cada palabra contiene los sentimientos de aquel tiempo libertario, inclusive la semblanza de las dos posiciones que comenzaron a gestarse en el seno de la Primera Junta del 1810. “Uno quiere la independencia, el otro la revolución”, dirá el historiador Osvaldo Soriano refriéndose a Cornelio Saavedra y Juan José Castelli, en su excelente trabajo “Sin paraguas ni escarapelas”, escrito allá por junio de 1990.

 La prosa de López y Planes remarca con vehemencia los derechos de la libertad e igualdad como sustento para la Nueva Nación, preceptos emblemáticos de los idearios de la Revolución Francesa, que habían inspirado a Mariano Moreno, Castelli y Belgrano.


LA MARCHA PATRIOTICA

 El Gobierno del Triunvirato, conformado desde Abril de 1812 por Juan Martín de Pueyrredón, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea, entendiendo que el camino de la Independencia de las “Provincias de El Plata” ya estaba en marcha, en virtud de las avanzadas militares enviadas al interior y al norte del territorio, decidió incorporar un Canto Nacional dándole relevancia a la melodía que ya había comenzada a entonarse. El 22 de julio de ese año elevó un oficio al Cabildo de Buenos Aires, donde sugería darle forma definitiva a “la marcha de la patria, para ser ejecutada en funciones teatrales, debiendo el público escucharla de pie y descubierto, así como en las escuelas al finalizar diariamente las clases”.

   Es finalmente la Asamblea General Constituyente del Año XIII, quien ordena, con algunas variantes en sus versos por presiones de Inglaterra (aliada por entonces de España en su guerra contra Napoleón), componer la letra del himno con fecha 6 de marzo de 1813, tarea que encomendó al iniciador de la melodía, don Blás Parera quien, según narran, culminó la partitura en una noche, aunque no de muy buena gana ya que, él era español. Parera, en 1817 abandona Buenos Aires, rumbo a Río de Janeiro. Fue un auto exilio, ya su que tarea en la construcción de la partitura del himno había sido sólo técnica. Y, en cierta forma, obligada. Nunca reconoció el sentido y el valor patriótico que el pueblo le otorgara al himno, ni aceptó la autenticidad de la independencia del territorio del Río de la Plata, “ni el juramento de fidelidad con la patria naciente” con quien España, su tierra de origen, estaba en guerra.

  La Asamblea aprobó la obra musical como “Marcha Patriótica” el 11 de mayo de 1813.

  Es importante mencionar que sobre fines de 1810 el compositor Esteba de Luca junto Blas Parera, habían compuesto una canción patriótica que finalmente no prosperó.


MARIQUITA SANCHEZ, SU PRIMERA INTERPRETE


   La tradición de nuestra historia nos narra que fue en una velada realizada en la casa de María de Todos los Santos Sánchez de Thompson y de Mendeville, por su segundo matrimonio luego de enviudar, se cantó nuestra canción patria por primera vez, siendo la dueña de casa la interprete de sus estrofas. Mariquita Sánchez, como se la conocía, vivía en la calle Umquera, hoy Florida, y fue una ferviente activista de la causa de Mayo. Días más tarde, más precisamente el 28 de mayo, la obra  musical se presentó oficialmente en el teatro de la ciudad, durante una conmemoración de los aconteciéndoos de 1810.

   Primeramente se la conocería como Canción Patriótica Nacional, más tarde simplemente como Canción Patriótica. Es en una copia del año 1847. Que se la ve titulada como Himno Nacional Argentino.
En 1860 le fue encargada una modificación al músico Juan pedro Esnaola, lográndose una versión más rica en su orquestación.

  La versión vigente del Himno corresponde a una trascripción posterior realizada por el compositor Luis Larreta. El 24 de abril de 1944 fue aprobada su denominación como Himno Nacional Argentino.

  Docientos años… Nació en los albores de la nueva patria, se adecuó a las variantes y los ritmos de su historia. Compartió sus avatares y sus luchas. Es el signo que nos unifica, que nos identifica, nos da un sentido de pertenencia como pueblo y como Nación. Nos sigue emocionando.

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