Por: Juan Carlos Mortati.
Tras la elección del Cardenal
latinoamericano Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, desde varios sectores de
los medios se lazaron con la avidez que
últimamente los caracteriza a instalar
preferentemente las incógnitas que ofrecía el distanciamiento del Gobierno
Nacional con el purpurado argentino. Pero oh! sorpresa, para muchos que se
relamían por el escenario de un nuevo encontronazo, el terreno de las relaciones,
especialmente con el Gobierno Argentino, fue correctamente elegido. Francisco I
incursionó por el terreno espiritual y un claro planteo cristiano, y cuando el
viraje ameritaba transitar por el espacio geopolítico, no dudó en re-ferenciarse
en un Documento del Episcopado latinoamericano de Mayo del 2007, de cuya
redacción participó activamente, el Documento de Aparecida, San Pablo, Brasil.
“Para que nuestros pueblos en El tengan vida”, decía en su frontispicio el
escrito de la V
Conferencia del Episcopado Latino Americano y del Caribe.
En dos encuentros del nuevo Papa, que
resultaron de mucha expectativa, con Dilma Ruseff y Cristina Fernández, acerca
del panorama del territorio latinoamericano, el diálogo discurrió sobre el
compromiso social de los Gobiernos y de la tarea evangelizadora de la Iglesia, que en cánones
puntuales está remarcada en la
Documento de Aparecida.
Una
identidad construida entorno al trabajo y la fe
“El Evangelio llegó a nuestras tierras en
medio de un dramático y desigual encuentro de pueblos y culturas”, dice el
Documento Conclusivo de Aparecida (-4), si embargo existió una tarea
testimonial de muchos religiosos que ayudaron a que esa semilla de verdad
Absoluta “presente en la culturas autóctonas facilitara a nuestro hermanos
indígenas a encontrar en el Evangelio respuestas vitales a sus aspiraciones más
hondas” (-4).
El transcurso de cinco siglos, fue
generando una fusión de razas pero al mismo tiempo un tejido histórico común y
la conformación de un espíritu abrazador sobre lo que muchos pensaron como “la Patria Grande”.
Al hablar de este maravilloso proceso de
integración de los territorios latino-americanos, el Documento de Aparecida
nos dice “Las culturas
indígenas se caracterizan, sobre todo, por su apego profundo a la tierra y por
la vida comunitaria, y por una cierta búsqueda de Dios. Las afroamericanas se
caracterizan, entre otros elementos, por la expresividad corporal, el arraigo
familiar y el sentido de Dios. La cultura campesina está referida al ciclo
agrario. La cultura mestiza, que es la más extendida entre muchos pueblos de la
región, ha buscado en medio de contradicciones sintetizar a lo largo de la
historia estas múltiples fuentes culturales originarias, facilitando el diálogo
de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia
compartida. A esta complejidad cultural habría que añadir también la de tantos
inmigrantes europeos que se establecieron en los países de nuestra región.
(-56)”
En esta conjunción de intereses y construcciones, los grandes cambios
sucedidos a nivel mundial han tenido su influencia y presión sobre estos
territorios. En este nuevo contexto, “estas culturas coexisten en condiciones
desiguales con la llamada cultura globalizada”. De aquí que las comunidades
latinoamericanas han tenido que generar estrategias alternativas para
salvaguardar su desarrollo y crecimiento económico. Fundamentalmente congeniar
preocupaciones comunes e integración de esfuerzos y emprendimientos. La
fortaleza como bloque regional delineó la arquitectura final de esta estrategia
geopolítica de los pueblos latinoamericanos ante un mundo global sustentado por
un encaje financiero agobiante.
UN ENCUENTRO CERCANO
Sin especulaciones inapropiadas, a nivel de cancillerías ya se ha
pactado una agenda de visitas a la región sudamericana que incluye Brasil, en
el mes de julio durante el Encuentro Mundial de Juventudes y a mediados de
Diciembre, el Papa Francisco recalará en Argentina.
Este nuevo Papa ha mostrado, como se dice habitualmente “buena cintura”
para moverse con una actitud práctica y expeditiva. Temas relevantes le
esperan. Muchas decisiones clave para una Iglesia, donde sus fieles y gran
parte de la humanidad espera que varias definiciones de aquel Concilio Vaticano
II sean puestas en marcha.
Francisco es consiente de su decisivo rol diplomático a nivel mundial, y
es admirable su opción por transitarlo sobre el terreno más propicio a su
envestidura: el inconmensurable sentido de la Fe.
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