miércoles, 27 de marzo de 2013

Sobre el terreno más propicio y sin especulaciones


Por: Juan Carlos Mortati.

   Tras la elección del Cardenal latinoamericano Jorge Mario Bergoglio, Francisco I, desde varios sectores de los medios se lazaron con la avidez  que últimamente los caracteriza  a instalar preferentemente las incógnitas que ofrecía el distanciamiento del Gobierno Nacional con el purpurado argentino. Pero oh! sorpresa, para muchos que se relamían por el escenario de un nuevo encontronazo, el terreno de las relaciones, especialmente con el Gobierno Argentino, fue correctamente elegido. Francisco I incursionó por el terreno espiritual y un claro planteo cristiano, y cuando el viraje ameritaba transitar por el espacio geopolítico, no dudó en re-ferenciarse en un Documento del Episcopado latinoamericano de Mayo del 2007, de cuya redacción participó activamente, el Documento de Aparecida, San Pablo, Brasil. “Para que nuestros pueblos en El tengan vida”, decía en su frontispicio el escrito de la V Conferencia del Episcopado Latino Americano y del Caribe.

  En dos encuentros del nuevo Papa, que resultaron de mucha expectativa, con Dilma Ruseff y Cristina Fernández, acerca del panorama del territorio latinoamericano, el diálogo discurrió sobre el compromiso social de los Gobiernos y de la tarea evangelizadora de la Iglesia, que en cánones puntuales está remarcada en la Documento de Aparecida.


Una identidad construida entorno al trabajo y la fe

     “El Evangelio llegó a nuestras tierras en medio de un dramático y desigual encuentro de pueblos y culturas”, dice el Documento Conclusivo de Aparecida (-4), si embargo existió una tarea testimonial de muchos religiosos que ayudaron a que esa semilla de verdad Absoluta “presente en la culturas autóctonas facilitara a nuestro hermanos indígenas a encontrar en el Evangelio respuestas vitales a sus aspiraciones más hondas” (-4).

    El transcurso de cinco siglos, fue generando una fusión de razas pero al mismo tiempo un tejido histórico común y la conformación de un espíritu abrazador sobre lo que muchos pensaron como “la Patria Grande”.

    Al hablar de este maravilloso proceso de integración  de los territorios  latino-americanos, el Documento de Aparecida nos dice “Las culturas indígenas se caracterizan, sobre todo, por su apego profundo a la tierra y por la vida comunitaria, y por una cierta búsqueda de Dios. Las afroamericanas se caracterizan, entre otros elementos, por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios. La cultura campesina está referida al ciclo agrario. La cultura mestiza, que es la más extendida entre muchos pueblos de la región, ha buscado en medio de contradicciones sintetizar a lo largo de la historia estas múltiples fuentes culturales originarias, facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia compartida. A esta complejidad cultural habría que añadir también la de tantos inmigrantes europeos que se establecieron en los países de nuestra región. (-56)”

    En esta conjunción de intereses y construcciones, los grandes cambios sucedidos a nivel mundial han tenido su influencia y presión sobre estos territorios. En este nuevo contexto, “estas culturas coexisten en condiciones desiguales con la llamada cultura globalizada”. De aquí que las comunidades latinoamericanas han tenido que generar estrategias alternativas para salvaguardar su desarrollo y crecimiento económico. Fundamentalmente congeniar preocupaciones comunes e integración de esfuerzos y emprendimientos. La fortaleza como bloque regional delineó la arquitectura final de esta estrategia geopolítica de los pueblos latinoamericanos ante un mundo global sustentado por un encaje financiero agobiante.

UN ENCUENTRO CERCANO

      Sin especulaciones inapropiadas, a nivel de cancillerías ya se ha pactado una agenda de visitas a la región sudamericana que incluye Brasil, en el mes de julio durante el Encuentro Mundial de Juventudes y a mediados de Diciembre, el Papa Francisco recalará en Argentina.
   Este nuevo Papa ha mostrado, como se dice habitualmente “buena cintura” para moverse con una actitud práctica y expeditiva. Temas relevantes le esperan. Muchas decisiones clave para una Iglesia, donde sus fieles y gran parte de la humanidad espera que varias definiciones de aquel Concilio Vaticano II sean puestas en marcha.

  Francisco es consiente de su decisivo rol diplomático a nivel mundial, y es admirable su opción por transitarlo sobre el terreno más propicio a su envestidura: el inconmensurable sentido de la Fe.

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