lunes, 10 de diciembre de 2012

Un salto cualitativo


El objetivo de bajar la pobreza
Nota 2

Por: Juan Carlos Mortati


   En la nota anterior habíamos repasado  los datos estadísticos de un reciente informe social que habían publicado el Banco Mundial y la CEPAL, casi simultáneamente, coincidiendo en destacar una notoria mejoría en la situación de muchos países de América Latina. El registro actualizado sobre 18 países de la región “destaca que Argentina, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua y Perú registran valores mayores en el extremo inferior de la distribución (16 o 17 por ciento) y algo menores entre el 10 por ciento más rico, en torno del 30 por ciento. En el Uruguay y Venezuela se da la menor concentración”. El informe está refiriéndose al nudo de la cuestión de la pobreza: las desigualdades entre los sectores que concentran la riqueza y aquellos marginales que padecen esas “asimetrías sociales”, como hoy las denominan. 

El informe de la CEPAL remarca luces optimistas al expresar, “la persistencia de altos grados de de-sigualdad en el ingreso no debería oscurecer el hecho de que en los últimos años se hayan logrado avances en este campo”, sentencia la Cepal. Señala que el balance con respecto a inicios de la década de 2000 muestra una clara tendencia a la reducción de la concentración del ingreso, una dinámica que ha distinguido al proceso de desarrollo de América latina en el último decenio y que implica un cambio en la tendencia dominante durante al menos los dos decenios anteriores.


LA RECUPERACION  DEL EMPLEO

   Esas mejoras distributivas en una gran mayoría de los países de la región han tenido una evolución del 2 % anual desde el 2002. El comentario prosigue en un tono alentador al manifestar “las cifras de 2011 sobre pobreza e indigencia en América latina recopiladas por la Cepal muestran que ambos indicadores continuaron disminuyendo a nivel regional hasta tasas que son las más bajas observadas en los tres últimos decenios. Uno de los datos clave para analizar ese comportamiento se encuentra en el dinamismo del mercado de trabajo. La mayor disponibilidad de recursos monetarios entre los pobres “se ha debido principalmente a un aumento de los ingresos laborales”. La continuidad de la tendencia a la disminución del desempleo desde 2002, interrumpida solo en 2009, ha permitido que las cifras actuales sean las más bajas desde mediados de la década de 1990 y que casi la totalidad de los países latinoamericanos tenga tasas inferiores al 8 por ciento”.

 Estos óptimos resultados no fueron consecuencia de una fortuna espontánea, sino que se sustentaron en la aplicación de políticas de orden económico que dieron impulso al mercado interno, desde la generación de empleo, promoción industrial, incentivando la demanda interna y “protegiendo a la actividad local de la competencia importada” que pudiera hallar alternativas en la producción propia.

 La aplicación de economías expansivas, producción y generación de demanda,  “acompañada de transferencias públicas en jubilaciones y asistencia social, como la Asignación Universal por Hijo en el caso argentino, también contribuyeron a la reducción de la pobreza”.

Son medidas de “shock e impacto”, -diría Jhon Maynard Keynes, que en  la media en que dinamizan la economía al ampliar la base social de alcance, fortalecen la inclusión social y mejoran los componentes de una mejora en la calidad de vida, como salud, educación, vivienda, contención familiar, participación comunitaria, desarrollo cultural.


UNA LARGO CAMINO POR RECORRER

 Los  informes del Banco Mundial y de la CEPAL, al mismo tiempo que alientan por las mejoras observadas, nos dejan datos e información clave que indican el rumbo a seguir y el extenso camino que todavía hay que recorrer para bajar los índices de pobreza. Veamos esos datos:
- El área de residencia es una de las dimensiones que más varía entre las personas según sus niveles de ingreso. Mientras que los indigentes se reparten por igual entre áreas urbanas y rurales, casi tres de cada cuatro pobres no indigentes viven en áreas urbanas.
- El porcentaje de menores de edad (hasta 17 años) pobres no indigentes es del 45 por ciento; es decir, prácticamente la mitad de los pobres son niños.
- La mitad de los adultos (entre 25 y 65 años de edad) en situación de indigencia no había completado la educación primaria.
- Aun cuando el empleo remunerado es una de las principales vías para salir de la pobreza, la mayoría de las personas pobres y vulnerables (de 15 años y más) ya se encuentran ocupadas. La heterogeneidad de la estructura productiva explica que cualquier tipo de empleo remunerado no es garantía de superación de pobreza.
- La infraestructura sanitaria es el servicio más escaso, al que accede sólo el 61 por ciento de la población pobre.
 Falta mucho aún en el capítulo de disminuir la exclusión social y nivelar la distribución del ingreso pero las políticas que irrumpieron en la región durante este nuevo siglo han ganado un espacio esencial en esa batalla desigual por bajar la incidencia de la pobreza en nuestra sociedad. Aunque en los últimos años se bajó en un 14 %, su ubicación en un 29,4 nos está marcando que hay todavía mucho terreno por recuperar. El rumbo favorable ya está iniciado.

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