El objetivo de bajar la pobreza
Nota 2
Por: Juan Carlos Mortati
En la nota anterior habíamos repasado los datos estadísticos de un reciente informe
social que habían publicado el Banco Mundial y la CEPAL, casi simultáneamente,
coincidiendo en destacar una notoria mejoría en la situación de muchos países
de América Latina. El registro actualizado sobre 18 países de la región “destaca
que Argentina, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua y Perú registran valores
mayores en el extremo inferior de la distribución (16 o 17 por ciento) y algo
menores entre el 10 por ciento más rico, en torno del 30 por ciento. En el Uruguay y Venezuela se da la menor concentración”. El informe está
refiriéndose al nudo de la cuestión de la pobreza: las desigualdades entre los
sectores que concentran la riqueza y aquellos marginales que padecen esas
“asimetrías sociales”, como hoy las denominan.
El informe de la CEPAL remarca luces
optimistas al expresar, “la persistencia de altos grados de de-sigualdad en el
ingreso no debería oscurecer el hecho de que en los últimos años se hayan
logrado avances en este campo”, sentencia la Cepal. Señala que el
balance con respecto a inicios de la década de 2000 muestra una clara tendencia
a la reducción de la concentración del ingreso, una dinámica que ha distinguido
al proceso de desarrollo de América latina en el último decenio y que implica
un cambio en la tendencia dominante durante al menos los dos decenios
anteriores.
LA RECUPERACION
DEL EMPLEO
Esas mejoras
distributivas en una gran mayoría de los países de la región han tenido una
evolución del 2 % anual desde el 2002. El comentario prosigue en un tono
alentador al manifestar “las cifras de 2011 sobre pobreza e indigencia en
América latina recopiladas por la
Cepal muestran que ambos indicadores continuaron disminuyendo
a nivel regional hasta tasas que son las más bajas observadas en los tres
últimos decenios. Uno de los datos clave para analizar ese comportamiento se
encuentra en el dinamismo del mercado de trabajo. La mayor disponibilidad de
recursos monetarios entre los pobres “se ha debido principalmente a un aumento
de los ingresos laborales”. La continuidad de la tendencia a la disminución del
desempleo desde 2002, interrumpida solo en 2009, ha permitido que las
cifras actuales sean las más bajas desde mediados de la década de 1990 y que
casi la totalidad de los países latinoamericanos tenga tasas inferiores al 8
por ciento”.
Estos óptimos
resultados no fueron consecuencia de una fortuna espontánea, sino que se
sustentaron en la aplicación de políticas de orden económico que dieron impulso
al mercado interno, desde la generación de empleo, promoción industrial,
incentivando la demanda interna y “protegiendo a la actividad local de la competencia
importada” que pudiera hallar alternativas en la producción propia.
La aplicación de
economías expansivas, producción y generación de demanda, “acompañada de transferencias
públicas en jubilaciones y asistencia social, como la Asignación Universal
por Hijo en el caso argentino, también contribuyeron a la reducción de la
pobreza”.
Son medidas de “shock e impacto”, -diría Jhon
Maynard Keynes, que en la media en que
dinamizan la economía al ampliar la base social de alcance, fortalecen la
inclusión social y mejoran los componentes de una mejora en la calidad de vida,
como salud, educación, vivienda, contención familiar, participación
comunitaria, desarrollo cultural.
UNA LARGO CAMINO POR RECORRER
Los informes del Banco Mundial y de la CEPAL, al mismo tiempo que
alientan por las mejoras observadas, nos dejan datos e información clave que
indican el rumbo a seguir y el extenso camino que todavía hay que recorrer para
bajar los índices de pobreza. Veamos esos datos:
- El área de residencia es una de las
dimensiones que más varía entre las personas según sus niveles de ingreso.
Mientras que los indigentes se reparten por igual entre áreas urbanas y
rurales, casi tres de cada cuatro pobres no indigentes viven en áreas urbanas.
- El porcentaje de menores de edad (hasta 17
años) pobres no indigentes es del 45 por ciento; es decir, prácticamente la
mitad de los pobres son niños.
- La mitad de los adultos (entre 25 y 65 años de
edad) en situación de indigencia no había completado la educación primaria.
- Aun cuando el empleo remunerado es una de las
principales vías para salir de la pobreza, la mayoría de las personas pobres y
vulnerables (de 15 años y más) ya se encuentran ocupadas. La heterogeneidad de
la estructura productiva explica que cualquier tipo de empleo remunerado no es
garantía de superación de pobreza.
- La infraestructura sanitaria es el servicio
más escaso, al que accede sólo el 61 por ciento de la población pobre.
Falta
mucho aún en el capítulo de disminuir la exclusión social y nivelar la distribución
del ingreso pero las políticas que irrumpieron en la región durante este nuevo
siglo han ganado un espacio esencial en esa batalla desigual por bajar la
incidencia de la pobreza en nuestra sociedad. Aunque en los últimos años se
bajó en un 14 %, su ubicación en un 29,4 nos está marcando que hay todavía
mucho terreno por recuperar. El rumbo favorable ya está iniciado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario