Por: Juan
Carlos Mortati
Es muy posible que sobre la vida y las virtudes
de Osvaldo Catena esté todo dicho y escrito pero, también es cierto que cada
vez que hablamos de él volvemos a recorrer un camino que, no por haberlo ya transitado,
deja de sorprendernos nuevamente. Nos sigue seduciendo su estilo, su manera de afrontar cada situación y su mirada comprensiva
sobre la realidad. Ese maravilloso paradigma se deslizó sobre dos andariveles
que fueron paralelos a lo largo de su vida: su pasión inagotable por la
expresión musical y la alegría de
sentirse “hermano de todos”. Ese fue el método existencial que le permitió
mantener una visión trascendente en todas las circunstancias en que le toco
actuar y fue precisamente por eso que en cada lugar que transitó pudo construir
realidades fructíferas y convocar sinceras voluntades, concretando hechos y
sucesos que sirvieron para transformar profundamente la vida comunitaria, la
convivencia y movilizaban los objetivos de cada grupo. “…iré, a cada lugar, a
cada casa, a cada persona con amor… siempre de paso como a lo definitivo”, así
nos dejó escrito su pensamiento.
El padre Catena supo descubrir y potenciar en
la gente valores y heroísmos sorprendentes. Junto a él cada uno encontró una
misión, un compromiso y un nivel de entrega. Todos tenían una tarea, todos eran
útiles, todos podían construir, nadie era descartado.
Tuvo la capacidad de hacernos sentir la
situación más simple como si fuera el suceso más espectacular, o transformar la
charla más intrascendente en la gran revelación esperada. Nos acercó e hizo
popular la teología, quizá porque tenía siempre presente que “donde hubiera
varios reunidos en Su Nombre, El estaba presente en medio de ellos”. Desde esa
fe tangible cada cosa cobraba sentido: la charla, el canto, la comida, el
abrazo. Todo quedaba al alcance del Señor de la Historia, y cada
historia, por humilde y austera que fuera, quedaba involucrada, valorada,
redimida, recibía el toque de lo sublime.
Desde ese pragmatismo con que desplegaba y vivía
el Evangelio, el padre Osvaldo nos transmitió con sencillez el mensaje de la
convivencia y el Amor, como la siempre “buena nueva y gran noticia”. Pudimos
percibir en él la síntesis del más maravilloso paradigma.
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