martes, 25 de septiembre de 2012

Tucumán: Una batalla decisiva



 Por: Juan Carlos Mortati

    El ejercito del Norte, regresa derrotado dese Bolivia, en la Batalla del Desaguadero o Huaqui, en junio del 1811. Desaliento, desánimo; los que avanzan son un grupo de hombres que habían sentido el impacto físico y espiritual de aquel desastre de Huaqui. Van llegando y reagrupándose en Jujuy, semidesnudos, afectados por el paludismo.  Manuel Belgrano, se hace cargo de ese ejercito desmembrado, de poco más de 800 hombres y otros tantos dispersos, que en su retirada se ven hostigados por la arremetida española  de un grueso de 3000 hombres destinado por el general Goyeneche  y al mando de Pío Tristán, quien había sido, vaya si hay avatares del destino, compañero de estudio de Belgrano,  durante su etapa de preparación en España.

   Por mandato del Gobierno de Buenos Aires, Manuel Belgrano llega el 26 de marzo de 1812 a la Posta de Yatasto, en la zona de San José de Metán en la Provincia de Salta. Lo esperaba el general Juan Martín de Pueyrredón, que comandaba aquella tropa en retirada. Belgrano venía desde las Baterías instaladas en  Rosario, donde había cumplido la misión de contener las entradas de las  huestes realistas por el río Paraná, que acosaban desde su base de Montevideo. Oficialmente al día siguiente Belgrano queda al mando del Ejercito patriota del Norte.
Belgrano estableció su cuartel general en la ciudad de San Salvador de Jujuy, ubicada en la desembocadura meridional de la quebrada de Humahuaca, ruta principal de las invasiones desde el norte. Su objetivo era rearmar el ejército que se encontraba destrozado.  Si no se lograba consolidar ese contrafuerte militar hacia el Alto Perú la Revolución corría serio riesgo de fracasar.                                                                                                                                            Ante las informaciones que le hacen llegar los baquianos del lugar,   acerca del avance del numeroso ejército realista, Belgrano formuló un desesperado reclamo al gobierno de Buenos Aires, de envío de refuerzos para la resistencia; pero no obtuvo mayores auxilios, debido a que las autoridades centrales estaban abocadas principalmente a controlar a los realistas fortificados en Montevideo.

    Pese a ese panorama, nos narra el General José María Paz, en sus memorias que la actitud de Belgrano en su retirada del norte que, “después de hacerse cargo de los restos del ejército patrio derrotado en el Desaguadero, es admirable. Se retiraba éste de Jujuy, hacia fines de agosto de 1812, en dirección a Tucumán. Comandaba un ejército de apenas 1.500 hombres, casi desorganizado y de todo desprovisto”. Según dice Paz, “el general Belgrano se mantenía como siempre, sereno y valeroso y con su palabra y con su ejemplo logró que sus soldados no entren en pánico. Porque eran en circunstancias como ésas, adversas, cuando se mostraba él en su verdadera estatura moral”. Agrega el “Manco” Paz que , "jamás desesperó de la salud de la patria, mirando con la más marcada aversión a los que opinaban tristemente" sobre ella, su decisión "era siempre en el sentido de avanzar sobre el enemigo, de perseguirlo; o si era éste el que avanzaba, de hacer alto y rechazarlo”.
Para aumentar el fervor patriótico del pueblo, y en conmemoración del segundo aniversario de la revolución, el 25 de mayo, Belgrano hizo bendecir la Bandera Argentina en la Catedral jujeña, por el canónigo Juan Ignacio Gorriti. En esa instancia Belgrano ignoraba que la misma había sido rechazada por el Primer Triunvirato, ya que el uso de una bandera propia era un claro signo de independencia para los triunviros, que aún no deseaban abandonar la ficción de que el nuevo país aún dependía del rey de España. Eso demuestra el escaso apoyo brindado al ejercito del Norte desde el centralismo de los dirigentes de Buenos Aires. El pensamiento revolucionario nacido en Mayo del “10 era resistido por muchos sectores porteños con respaldo en el interior como mucha sociedad salteña.

El éxodo del pueblo jujeño

   Las noticias que llegaban desde el norte en cuanto el avance del las fuerzas realistas al mando del criollo arequipeño Pío Tristán, aceleraron la situación. Desde su cuartel general, el 29 de julio de 1812 Manuel Belgrano emite un bando donde especificaba que debían abandonar la ciudad y la zona “que la retirada debía dejar sólo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que fuera utilizable”.
  Los cultivos fueron cosechados de apuro o quemados, las
Casas destruidas y los productos comerciales enviados a Tucumán.
  Así concluía el severo mando dictado por Belgrano, “Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.
Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.
No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.”

LA NEGATIVA DE BELGRANO Y SU PLAN

   Belgrano se resiste a aceptar la orden del ministro del Triunvirato Bernardino Rivadavia, de retirarse hasta Córdoba. Ese retroceso dejaría un espacio estratégico al ejército español que representaría un riesgo para la continuidad del proceso libertario. La orden de bajar hasta Córdoba iba acompañada con el ascenso de coronel a general para Belgrano.
La respuesta de Belgrano es absoluta “…me es muy doloroso, que cuando nuestros hermanos de Perú están sacrificándose, esperanzados en nosotros, y con solo la súplica que entretengamos al enemigo con nuestra presencia, dejándoles a ellos su destrucción, no pueda acceder a ella por una falta... me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades, que se vencerían rápidamente si hubiese un poco de interés por la Patria.
  La estrategia  de Belgrano tuvo “consecuencias favorables”. En su retirada, ejército y pueblo. carretas y ganado, Belgrano deja el camino tradicional “y torciendo a la izquierda tomó el viejo camino de Burruyacu, que era el de las carretas, el cual podía llevar a Santiago (del Estero)”, desviándose de Tucumán “engañando a Tristán, que creyó que Belgrano abandonaba Tucumán, con lo cual, orgulloso y confiado, (Tristán) descuidó las  más elementales precauciones del orden militar, el estar alerta y las custodias del lugar. Las falsas informaciones hablaban de un ejercito patriota ya lejos de la ciudad, rumbo a Córdoba.

 A poco de pasar  el poblado de Burruyacu, Belgrano se detuvo con sus tropas en La Encrucijada, a poca distancia de La Ramada, por lo tanto ya cerca de Tucumán. Y desde allí, según cuenta él mismo, envió a ésta a Juan Ramón Balcarce, "dándole las más amplias facultades para promover la reunión de gente y armas y estimular al vecindario a la defensa".
Balcarce expuso a los vecinos principales y  ante el Cabildo la situación apremiante; publicó un bando, y se abocó a la tarea de juntar armas y a dirigir el alistamiento militar de gente y los voluntarios. El vecindario tucumano le respondió con entusiasmo y un fervor inusitado de patriotismo que favoreció al ánimo de la tropa.

La diputación  enviada por el Cabildo llegó al campamento de Belgrano y le expuso el pedido de la población de que no los abandonase. Belgrano se hizo de rogar, como es lógico. Y siendo el primer convencido de que debía hacer pie en Tucumán, parecía que no se dejaba convencer. Hasta que habiéndole logrado  todo lo necesario para poder hacer frente a los españoles, les expresó que iba a quedarse. Había pedido dinero y gente en cantidad muy apreciable, y le ofrecieron y le dieron el doble de lo solicitado.

TUCUMAN, LA CIUDADELA

   Con esto Belgrano siguió con su tropa hacia Tucumán. Y ya casi a sus puertas, el 12 de septiembre, desde el río Salí comunicó al gobierno central su decisión con estas palabras: "Son muy apuradas las circunstancias y no hallo otro medio que exponerme a una nueva lección: los enemigos vienen siguiéndonos. El trabajo es muy grande; si me retiro y me cargan, todo se pierde, y con ello nuestro total crédito. La gente de esta jurisdicción se ha decidido a sacrificarse con nosotros, si se trata de defenderla, y de no, no nos seguirá y lo abandonará todo; pienso aprovecharme de su espíritu público y energía para contener al enemigo, si me es dable, o para ganar tiempo a fin de que se salve cuanto pertenece al Estado. Cualquiera de los dos objetos que consiga es un triunfo, y no hay otro arbitrio que exponerse. Acaso la suerte de la guerra nos sea favorable, animados como están los soldados y deseosos de distinguirse en una nueva acción. Es de necesidad aprovechar tan nobles sentimientos que son obra del cielo, que tal vez empieza a protegernos para humillar la soberbia con que vienen los enemigos, con la esperanza de hacer tremolar sus banderas en esa Capital"....
Enviada esta nota, Belgrano entró en la ciudad y se dedicó febrilmente a organizar la defensa y preparar sus tropas.
Mientras Tristán, confiado en la huída del ejercito patriota demoró su avance acampando en Metán, convencido que Belgrano se iba hacia Córdoba, dándole  tiempo , durante una semana,  a reagruparse.
 El plan de Belgrano fue “esperar al enemigo fuera de la ciudad, apoyando su espalda en ella”, -nos narra Mitre, “en caso de contraste, encerrarse en la plaza”, para la cual “se fosearon las bocacalles y se colocó la artillería”, como última reserva.

“Llegaron, aunque reducidos, contingentes de refuerzo de Catamarca y Santiago. Y así se formaron los cuerpos de caballería, llamados Decididos, de nuestras provincias del norte; los cuales eran adiestrados a diario y se equiparon como ellos podían. Careciendo hasta de armas. No digamos uniformes, muchos soldados de éstos tuvieron que improvisar hasta sus lanzas con cuchillos enastados en palos y tacuaras. Y de casi todos era el arreo gaucho de todos los días: el puñal en la cintura, y en algunos las boleadoras, y en la montura de sus caballos, el lazo a los tientos y los guardamontes adelante”, nos completa el general Paz  en su relato.

  Una pequeña avanzada del ejercito español, a cargo del coronel Huici, es sorprendida y tomada prisionera, en el pueblo de Trancas. Este suceso envalentonó a los patriotas, que con unos 800 infantes y otro tanto de caballería se apostó en los campos a las entradas de Tucumán.
  Aprovechando la dirección del viento, un división a carago de Haraoz de Lamadrid, encendió fuego los campos por donde llegarían los españoles, obligándolos a desviarse hacia el oeste, en Los Pocitos. Esto desordenó al ejercito invasor.
La jugada hizo que ambos ejércitos quedaran frente a frente en el Campos de las carreras, hoy se conoce como “Plaza de Belgrano”, lo cual no era la táctica envolvente planeada por Tristán.
  La refriega fue confusa. Según cuenta el gral. Paz, actor y técnico, en la batalla.  Arremetida, fuerza,   furia y  coraje esa fue la técnica y la táctica.

“El enemigo, por consecuencia del diverso resultado del combate en sus dos alas, se vio fraccionado, a lo que se siguió una gran confusión"... que después hubo, en uno y otro bando, una gran confusión.”
Del punto de vista estrictamente militar, la batalla se reduce a lo que refiere Paz. Porque lo que sigue, y que acaba en victoria, ya es obra de la conjunción de distintos factores, diversos a la acción estrictamente militar: religiosos, populares, psicológicos, naturales y hasta puramente elementales.                                                                Esta victoria, fue fruto la convicción de un  hombre como Belgrano, el coraje y la voluntad de  de sus hombres y de todo un pueblo. Representó, juntamente con la Batalla de Salta, ocurrida unos meses después dos enclaves decisivos para contener el avance realista desde del Norte argentino, fundamentales para el proceso libertario iniciado en mayo de 1810.

          (Material Consultado, textos e informes del historiador Pacho O”Donnel)

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