Por: Juan Carlos Mortati
La política jamás es
abstracta. Pierde su sentido si no se consustancia con la actividad y siempre
se la asume desde algún punto de referencia. No constituye una realidad
neutral. Si aun no fuera así, esa neutralidad, por si misma expresa una toma de
posición.
Dice el politólogo Edgardo
Mocca, en su trabajo “Lo binario y lo plural”, que “La política no es,
efectivamente, un juego en blanco y negro. La sociedad contemporánea tiene una
enorme complejidad, que no puede ser atrapada si se la reduce a un principio
explicativo único y excluyente. La política tiene que vérselas con masas de
millones de personas, la gran mayoría de las cuales forma su juicio de modo
pragmático y no se encolumna apasionadamente detrás de una épica unificadora y
excluyente. ¿Cómo es, entonces, que se ha abierto paso este nivel de
polarización política de escasos antecedentes en las últimas décadas?, ¿es
realmente esta situación una amenaza para el pluralismo democrático?.”
Desde la crisis del
marxismo, la caída del Muro de Berlín y la apertura hacia occidente del mundo
soviético, unas décadas atrás, que dejó
abierto el camino a “la hegemonía incostestada del individualismo neoliberal”
se apostó a la “muerte de las ideologías”.
La “tercera vía”, argumentada desde la teoría “de la estructuración
holística” (pluralismo de ideas) de las sociedades modernas, por parte del
sociólogo británico Anthony Giddenns, adepto al pensamiento keynesiano que
propiciaba la Economía Social,
intentaba la vigencia una visión política encarnada y real, alejada de ese pensamiento
que se montó sobre el insitucionalismo, “muertas las ideologías que encendían
pasiones colectivas y sobrecargaban al edificio democrático”. Buscaba superar
lo que intentó llamarse la “pospolítica”, una política sin antagonismos,
centrada sólo en el rendimiento del
sistema.
VERTIENTES
Cada tanto, cuando la política como
instrumento social pone en funcionamiento su actividad de transformación, rasga
los velos de la historia, y surge en vertientes
pujantes, renovadas y entusiastas, aparecen los escandalizados que en
distintas épocas reaccionan, que quieren otra vez las tibiezas, las apatías y
las intrascendencias.,
Los pluralismos, las ideologías con
sus trascendencias motivadoras, no han desaparecido. Las insurgencias
innovadoras que, para algunos, amenazan
con trastocarlo todo, simplemente significan la apertura de repliegues de
pensamientos ya existentes que buscan un cause distinto, actual, contemporáneo,
impregnado de aire joven.
La acción política, enriquecida
desde la variedad de vertientes, debe permanecer como el reaseguro de una
marcha ascendente y cualitativa de la vida social, de la validez histórica de
cada época, de la autenticidad del compromiso de cada generación con su tiempo.
Esta realidad, en sí misma, está
perdurando un pensamiento plural. Su determinación en distintas tendencias y
enfoques, precisamente, es su ejemplificación, la manera de concretarse, la
manera de hacer posibles nuestras historias.
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