Por: Juan Carlos Mortati
Allá por diciembre del 2001 la Academia
Internacional otorgó el Premio Nobel de Ciencias Económicas a tres economistas,
George Akerlof, de la Universidad de California; Michael Spence, de la Universidad
de Stanford y Joseph Stiglistz de la Universidad de Columbia.
Para graficar un poco su tesis agregó, “El
Comité del Premio Nobel citó nuestro trabajo acerca de la "asimetría de la
información", un aspecto de las imperfecciones causadas por el hecho de
que distintas personas en un mismo mercado saben distintas cosas. Por ejemplo:
el vendedor de un auto puede saber más sobre su auto que el comprador; quien
compra un seguro puede saber más sobre sus posibilidades de tener un accidente
(tales como la forma en la que maneja) que quien vende el seguro; un trabajador
quizá sepa más acerca de sus habilidades que un patrón potencial; la persona
que pide prestado tal vez sepa más sobre sus posibilidades de pagar un préstamo
que quien otorga el crédito. Pero las asimetrías de la información son sólo una
faceta acerca de las imperfecciones de la información, y todas ellas -incluso
cuando son pequeñas- pueden tener fuertes consecuencias”.
La contundente simplicidad del argumento de
Stiglitz sorprendió al auditorio de eminentes hombres de la economía que, si
bien conocían la postura heterodoxa del Nobel, dejaba inesperadamente sin
reacción a la cimentada solidez neoliberal, mediante la exposición de uno de
los perfiles innovadores de las Ciencias Económicas contemporáneas: los
lineamientos básicos de una destacada variante, la Economía Social,
que constituye un pensamiento activo que
atraviesa diametralmente los planteos
ortodoxos dominantes desde fines de la Segunda Guerra
Mundial a través de la corriente monopolizada por el Fondo Monetario
Internacional y los centros financieros socios de ese sistema.
Stiglistz,
sencillamente, les estaba diciendo durante la argumentación de su Tesis
compartida: -señores, en Economía, otra mirada más amplia, integral y humanista
es posible.
ZAFAR DEL CORSÉ
Algo de todo eso también sucedió, estos días
atrás, durante las distintas
disertaciones que el citado economista brindo en el marco del Seminario
realizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos
Aires.”Políticas para superar las crisis de endeudamiento soberano”, fue la
temática del evento que contó también con la participación del ministro de
economía y Finanzas Públicas, Dr. Hernán Lorenzino, la Presidenta Cristina
Fernández, Axel Leijonhufvud, economista sueco, Benu Schneider, experta en
finanzas internacionales de Naciones
Unidas; Stephany Griffith-Jones, economista chilena, profesora de la
Universidad de Columbia; José Antonio Ocampo, economista colombiano, de la
CEPAL; Oliver Busch, economista del Banco de Gran Bretaña, entre otros.
Una de las afirmaciones de Joseph Stiglitz
delineó con precisión la temática general y el contenido de este encuentro en la Facultad de Economía, “El acceso a los
mercados financieros no es esencial. Argentina estuvo acertada al decir que esa
variable no es tan importante como el objetivo del crecimiento”, sostuvo el
economista.
La
producción teórica de Stiglitz se sustenta en la tendencia denominada nuevos
keynesianos, quienes se desmarcan del corsé ortodoxo al advertir acerca de las
imperfecciones que presenta el mercado. En su disertación no sólo ponderó el
proceso de salida de crisis de la
Argentina y cuestionó las medidas de austeridad fiscal
empleadas por Europa, sino que también habló del rol del Estado, de las
estadísticas públicas y de la inflación.
En esa
línea y refiriéndose a los riesgos o beneficios del endeudamiento por parte de cada Estado, expresó “Los
beneficios del endeudamiento externo están exagerados. La teoría convencional
sostiene que el endeudamiento es bueno porque promueve el crecimiento y la
estabilidad. El acceso a los mercados es una variable intermedia, no es bueno
en sí mismo. Si uno decide no formar parte, los acreedores internacionales
harán lo que puedan para inspirar miedo sobre las consecuencias, pero eso no es
verdad. Argentina estuvo acertada al decir que esa variable no es tan
importante como el objetivo del crecimiento. Fue una apuesta riesgosa, pero
resultó bien. No hay dudas de que los mercados financieros tienen un efecto
negativo sobre la capacidad de los países para manejar su política. Reducir la
dependencia con los acreedores internacionales amplía la soberanía económica”.
“SOSPECHEMOS”…”CUANDO HABALAN DE LOS POBRES”.
En
otro tramo de su intervención, abordó el problema de la inflación, diciendo que,
“La inflación tampoco es un problema en sí
mismo, lo relevante son sus consecuencias sobre el crecimiento, la distribución
del ingreso y la pobreza. La paranoia con la inflación no tiene justificación.
La inflación en Europa y Estados Unidos era baja. Ahí sólo miraron los precios
e ignoraron algo muy importante, como fue la burbuja financiera.”
Clarísimo. En la situación mencionada la
inflación fue provocada y fogoneada eminentemente desde el sector financiero,
no desde de la producción, ni desde la demanda agregada que ésta genera. “No
existe un número preciso, -continuó exponiendo-, pero la inflación muy alta se
convierte en un problema. Pero cuando dicen que la inflación es el impuesto más
cruel, sospechemos: el sector financiero nunca se preocupa por los pobres,
cuando hablan de los pobres es porque tienen otro objetivo en mente. La
inflación es un síntoma de algo más, pero hay que ir más allá para entender su
verdadero origen y abordarla”.
Fue muy
precisa e interesante su respuesta con relación a si el Estado debe tener una
política activa en el funcionamiento del mercado. Así respondió, “No hay una
regla que diga cuánto debe intervenir el Estado. La pregunta no es si deben
intervenir o no, los gobiernos siempre intervienen en la economía. Los mercados
no existen por sí solos, siempre existen en un contexto de reglas, leyes,
regulaciones y políticas que van a ser públicamente creadas. En Estados Unidos,
la decisión de no hacer nada con los activos financieros derivados fue una
decisión para permitir que esos activos crezcan al punto de que teníamos que
rescatar una compañía como AIG con un costo de 150 mil millones de dólares. La
decisión de no intervenir requirió una intervención con un costo altísimo”.
REESTRUCTURACION DE LA
DEUDA Y TIPO DE CAMBIO
Se refirió luego a la estrategia aplicada en
Argentina para salir de la crisis: “Argentina abandonó el tipo de cambio fijo y
reestructuró su deuda. Si hubiera tomado solamente una de esas medidas, no
habría logrado salir de la crisis. Europa enfrenta un escenario similar. Como
evidencia el caso argentino, no es fácil, pero las crisis se pueden enfrentar y
volver a crecer. El hecho que Argentina haya podido crecer tanto entre
2002-2008, año del estallido de la crisis, es un testimonio de que la
reestructuración de deuda y ajuste del tipo de cambio ofrecieron la base para
crecer. Argentina no sólo compensó la caída, sino que hizo más que eso. Una
reestructuración de deuda te permite empezar de cero. Lo que hagas con eso
depende de cada país, pero una buena idea es no volver a endeudarse y evitar
los problemas anteriores”.
De esta disertación de Stiglistz y de sus
respuestas nos quedan en claro reflexiones que establecen una opción en cuanto
a la planificación del crecimiento de un país. Es el llamado keynsianmismo renovado
o en un concepto más definido, la Economía Social. En síntesis consiste en un
sistema de estructura de crecimiento expansivo. Es decir, lo contrario al
ajuste, donde la preeminencia esta dada por los intereses financistas. El eje de evolución es el fomento de la
producción, como encuadre global, a donde se orientaran los factores de
crédito, la política cambiaria competitiva que potencie la economías regionales
y sea también sostenedor del equilibrio comercial.
Es una visión que amplía el panorama, por lo
tanto genera variantes y opciones. Cuanto más, cuando la estrategia elegida
establece también sustentos regionales con los países que comparten esa
dinámica y enfoque económicos. Así la graficaba la Presidente Cristina
Fernández, al expresar ”todos juntos, como en un scrum, no por generosidad sino
actuando inteligentemente, porque estar juntos es lo que más nos conviene”.
(Material de Consulta,”Menor dependencia
amplía soberanía”, de Tomás Lukin) e informe De la Corte Internacional del
Premio Nobel)
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