domingo, 24 de junio de 2012

Alcorta: un grito que hizo historia


Por: Juan Carlos Mortati

A un siglo de aquel acontecimiento, que marcó un hito para la agricultura nacional, podemos ver otras posibilidades, otra coyuntura, otra Argentina. En la actualidad, aún con una perspectiva de merma, la producción agrícola del país ronda las 100 millones de toneladas anuales, abriendo inéditos caudales de industrialización y exportación para el sector.
La segunda década del Siglo Veinte se abría espléndida a la ubérrima  tierra santafesina haciendo par con el esfuerzo de pequeños agricultores, en su mayoría llegados con la oleada inmigratoria del otro lado del Atlántico. Eran tiempos de esfuerzos sin límites. El precario aporte tecnológico exigía a pleno a familias enteras, que se aferraban al quimérico sueño de “hacer la América”.
Desde los propios, los nacionales, también el esfuerzo tenía la dimensión de un tiempo titánico, donde todo estaba por hacer.
Las áreas maiceras y trigueras se habían expandido favorecidas con la ampliación de la red ferroviaria, que aseguraba su traslado a los centros de acopio y al puerto exportador de Buenos Aires.

“La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios. Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha. Se llegó a un punto en que, por más que el colono trabajara de sol a sol y por buena que fuera la cosecha, al final de ésta no le quedaba ni lo más elemental para subsistir”, tal cual nos narra un “Informe sobre el estado de las clases obreras argentinas”, que recopila un extenso estudio realizado por el catalán Juan Bialet Massé, sobre el infrahumano trato a los colonos y obreros rurales.
No sólo resabios de aquella inveterada ley de Enfiteusis, sino otras legislaciones arbitrarias otorgaban títulos de propiedad sobre tierras productivas, bajo el compromiso de incorporar a grupos de inmigrantes a esos predios. Era el pleno período del modelo del país agroexportador.

UNA HUELGA CON SENTIDO HEROICO
El proceso que desencadenó en el Grito de Alcorta fue muy complejo, casi la totalidad de los arrendatarios y medieros eran inmigrantes italianos y algunos españoles (en algunas zonas llegaban al 80%), y en esas franjas rurales primerizas la necesidad de prosperar llevaba al individualismo y a veces, a la desconfianza, lo que no hacía fácil la organización de gremios afines. A su vez la Ley de Residencia, que permitía la deportación de extranjeros, causaba mucha incertidumbre, sobretodo en esas familias que habían llegado escapándole a la hambruna europea. Pese a esas circunstancias, a principios de 1912 los chacareros comenzaron a tener sus primeras reuniones, acompañados por los sindicatos de estibadores y oficios varios, los Centros de Estudios Sociales dirigidos por los anarquistas y los braceros (“linyeras”, el que llega del linde o límite, ambulante), que venían de una gran tradición de lucha y penurias.
Los galpones del ferrocarril, el sótano de alguna casa o los locales de la Sociedad Italiana fueron los primeros puntos de reunión donde se tomaron las decisiones del levantamiento de los agricultores.
La cosecha, sobretodo maicera, del año 1912 dio un resultado formidable para esa época, sin embargo los chacareros se encontraron al final, después de cancelar sus deudas, que sus ganancias eran exiguas.
La movilización ruralista había tenido su iniciativa en los campesinos de Alcorta, encabezados por Javier Bulzani y contaban con acompañamiento de agricultores de La Adela, Bigant, Firmat  y también con el apoyo de  los curas párrocos de la población y de la localidad vecina de Máximo Paz, los hermanos José y Pascual Netri. Otro hermano, el abogado Francisco Netri, participó activamente en la asamblea, impulsando a los chacareros a constituir su organización gremial autónoma, que poco tiempo después culminaría en la creación de la Federación Agraria Argentina, cuyo primer presidente fue Antonio Nogueras, un aguerrido catalán anarquista.
En las instalaciones de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Alcorta, el 25 de junio de 1912, se realizó la asamblea  con la presencia de alrededor de 300 agricultores, declarándose una huelga por  tiempo indeterminado. El planteo exigía varias reivindicaciones, como 1) “la rebaja general de los arrendamientos y aparcerías; 2) entregar en las aparcerías (el campo arrendado) el producto en parva o troje, como salga; 3) contratos por un plazo mínimo de 4 años”.
El movimiento que duró casi dos meses se expandió y tuvo repercusiones en zonas de Córdoba, Buenos Aires y La pampa. La consigna propiciada por el abogado Netri, de un perfil más moderado,  fue de “justicia, no rebelión”, sustentándola en un planteo eminentemente gremial, en contrapunto con algunos posturas más fundamentalistas de algunos  dirigentes socialistas.

LA TIERRA, FRUTO DE QUIEN LA TRABAJA
Las represalias de los terratenientes no tardó en llegar y los huelguistas comenzaron  a sufrir sus víctimas. En Firmat, durante un acto fueron asesinados los dirigentes agrarios anarquistas Francisco Mena y Eduardo Barros. En Rosario, era asesinado por un sicario el abogado  Francisco Netri, unos años más tarde.
Los hechos dramáticos y violentos no impidieron que el movimiento de los agricultores fuera logrando cada día más adhesiones. A los respaldos iniciales se fueron sumando la comprensión de los profesionales y amplios sectores populares. Los terratenientes comenzaron a sentir paulatinamente las pérdidas económicas y  a ceder en sus exigencias, renegociando arrendamientos más accesibles. De todos modos los progresos fueron lentos. Los dueños de las tierras buscaban mantener el control a través de los precios de los insumos y manteniendo algunas restricciones.
“El Grito de Alcorta, si bien no modificó sustancialmente la estructura agraria, favoreció el surgimiento de organizaciones campesinas en otros lugares del país, como la Liga agraria de Bahía Blanca y la Liga Agraria de La Pampa, las que participaron junto a la FAA de un congreso nacional campesino donde, además de los reclamos puntuales a los terratenientes y comerciantes, se reivindicaron los postulados de la Revolución mexicana encabezada por Emiliano Zapata. Por primera vez en la Argentina se enarboló el principio de que “...la tierra debe pertenecer en propiedad del que la trabaja...”
Desde aquel país de perfil agroexportador a una actualidad que intenta consolidar un modelo productivo generando valor agregado y demanda sostenible, corrió  mucha y variada agua bajo el puente, nada más y nada menos que nuestro historial, el de un país que hoy conforma el elenco de las nuevas economías emergentes, con muchas dificultades en ese intento y otros tantos objetivos por lograr. El de máxima: convocar voluntades y compaginar intereses y demandas tras los proyectos y justas ambiciones, que nos representen e identifiquen como una Nación que ha puesto todo su esfuerzo en consolidar un modelo de producción e industrialización, como ejes dinámicos del crecimiento económico y de un desarrollo integrador de todos los sectores.
(Material consultado notas y trabajos  de Cecilia Hopkins, Juan Bialet Massé, Aníbal Arcondo, Humberto Volando y  el autor teatral César Brie)

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