Por: José Silva
De los hombres... el corazón hallar,
extraviado en los abismales ojos activos,
donde el soberbio rencor, preestablece fríos
y el inaccesible odio, miedo al mirar.
De su interminable guerra, el verbo original,
que más olvidado continúa en su nido.
¿Será la conciencia, el peor enemigo,
exponente al destino del cuentro fatal?
En la simpleza del día o en el trayecto final,
endulzar sin destiempo, al alma de vinos.
Alimentar sin prejuicios, al corazón de trinos
y del precedente ocaso la intención quitar.
Tal vez no en el grito, halle él la libertad,
ni en las asperezas de sus llagadas manos,
ni en el slogan cuando dice: "Su-vamos!":
Jamás será él Rey, mientras codicie su propio Pan.
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